Cuando te conocí creía que eras la persona perfecta para mí, y yo para ti, o al menos eso me hiciste sentir aquellos días que íbamos cogidos de la mano, sintiendo tenerte para siempre a mi lado. Todo es muy bonito hasta que algo así se acaba, parecía ser mi culpa por no ser quien pensaba. Has sido una parte muy importante de mi vida y no te podría olvidar aunque pudiera, no querría. No jugaste limpio, dijiste que me querías, que siempre has pensado en mí sin pasar ni un puto día. Noches conectados sin poder parar de hablar, es como un instinto que yo no podría dejar. No puedo entenderlo, por eso paso de todo, dejar las cosas claras, es otra forma, otro modo. Y si yo pudiese estar donde estarías tú las cosas cambiarían, lejanía es mi ataúd. La mejor solución es la de que no te hablara, tu llanto, el canto de decírtelo a la cara. Una estupidez que vendría por mi parte, eres tú o soy yo, no puedo olvidarte. Tan dulce por fuera, tan aéreo por dentro, no sabía cómo escapar de este tormento que me mata y me quema a fuego lento. ¿Y por qué las cosas se dicen cuando algo termina? Esto solo hace más daño y se clava como una espina, y si desde un principio sabías que no saldría bien, ¿por qué seguir, hacer llorar y dejar marchar al tren? ¿Cómo pudiste decir que me hiciste ilusiones si tú día tras día me demostrabas emociones? Ahí me demostraste que tú nunca habías sentido, desorientada por no saber mi rumbo perdido, y eso me duele mucho. ¿Qué quieres que diga si tú siempre me has demostrado que eras más que un amigo? Y esto no puedo soportarlo, por eso me he enfadado, pero no te preocupes porque esto está olvidado.
Quiero que te quede claro que soy más fuerte que tú, que esos juegos se acabaron y no eran la luz. Escúchame. Y vete, ni una sola mirada más, olvídate de mis caricias que te daban las buenas noches cada día.
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