Una puede perder todas sus pertenencias, pero mientras tenga un amigo, tiene razones por qué vivir. Un amigo no es sólo un compañero de copas, un amigo es un hermano de padres distintos al cual nosotros adoptamos. Es esa persona que dentro de un momento de oscuridad, donde creemos que no hay salida, nos enciende una luz. Es aquel que con el que después de hablar, las cosas malas dejan de serlo, las angustias pasan a ser alegrías, y la tristeza, felicidad. Porque saber que hay una persona para ti, que no trabaje de psicólogo, sólo que te escuche, alcanza para calmar penas. Es el que te entiende sin palabras, que te habla con miradas, que te aconseja sin ningún mandato, si no que te da su punto de vista para que, por lo menos, puedas sacar las cosas que te sirven. El que quiere lo mejor para ti, vamos. El que te acepta errores y equivocaciones por más que te haya aconsejado lo contrario, sin echártelo en cara. Es el de las conversaciones sin fin, y silencios inexistentes. El que te hace favores sin pedirte nada a cambio, el que se siente mal si tú te sientes mal, el que se alegra por tu bien… en fin. Un AMIGO DE VERDAD.
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