Un día pasa, pasa que estás de pie en algún lado y te das cuenta de que no quieres ser ninguno de los que están a tu alrededor; ni siquiera quieres ser tú, solo quieres salir corriendo, salir a toda hostia del sitio en el que estás. Y de repente ocurre, algo se acciona, y en ese momento sabes que las cosas van a cambiar, y ya han cambiado… y que a partir de ahí ya no volverán a ser lo mismo. Vives miles de momentos inolvidables, caes en las redes del amor, llegas a ser feliz, pero siempre hay un momento en el que el camino se bifurca, cada uno toma una dirección pensando que los dos caminos se volverán a unir. Desde tu camino ves a la otra persona cada vez más pequeña -no pasa nada, estamos hechos el uno para el otro-. Al final solo estará él, pero al final solo ocurre una cosa: llega el puto invierno. Y, justo entonces, intentas recordar cuándo comenzó todo, y te das cuenta de que todo empezó antes de lo que pensabas, mucho antes. Y es ahí, justo en ese momento, es cuando te das cuenta de que las cosas solo ocurren una vez.
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